Aprovechando que estabamos en Jordania y que Israel queda al lado, decidimos visitar Jerusalén y Belén.

Jerusalén, vaya ciudad y con qué historia! Para nosotros Jerusalén tiene un algo que no hemos encontrado en otro lugar del mundo. No es la ciudad más bonita que hemos visitado, pero sin duda sí es la más especial. Pensábamos estar tres días y al final hemos estado una semana. Lo mejor es quedarse dentro de la muralla ya sea en el barrio árabe, armenio, cristiano o judío, en la ciudad vieja, que es ¨donde está la acción¨. Hay que perderse por sus callejuelas y bazares, por sus iglesias, por las sinagogas y hasta por los tejados desde donde se divisan unas vistas increibles de la ciudad y hasta te puedes encontrar a una comunidad de monjes etíopes viviendo encima de la Iglesia del Santo Sepulcro.

Las tres principales religiones monoteistas concentradas en una misma ciudad y dos de ellas, judíos y musulmanes, ¨compartiendo¨ el mismo sitio de adoración a Dios. Casi ná, toda una bomba a punto de estallar!

Independientemente de las creencias de cada uno, no se puede negar que los pelos se te ponen de punta al contemplar el muro de las lamentaciones, o ver como los musulmanes suben a la esplanada de las mezquitas los viernes o al entrar en el Santo Sepulcro. Es una experiencia muy intensa visitar los lugares santos para cada religión.
Ya que estabamos metidos en el
mood, tratamos de integrarnos lo mejor posible en este galimatías. Visitamos el Mount of the Rock, uno de los sitios más sagrados junto con la Meca para los musulmanes (aunque solo por fuera porque si no profesas su religion no puedes entrar). Hicimos el
via crucis junto con los padres franciscanos por la Vía Dolorosa y visitamos la capilla del Santo Sepulcro (donde los monjes griegos ortodoxos se desgañitan regañando sin parar a los turistas por la vestimenta).


También dejamos nuestras peticiones en el muro de las lamentaciones y hasta fuimos a celebrar el Sabat a casa de un Rabino junto con otras 100 personas más entre turistas, judios ortodoxos, mendigos, etc... Fue algo surrealista, una de esas batallas que contaremos alguna vez.

Como Belén queda al lado, tan solo a 10 km, allá que nos fuimos (esto tiene un peligro, porque como te descuides con esto de que todo está al lado acabas en China). Cogimos un bus y cruzamos el muro (habeis leído bien, muro) que separa Israel de Palestina en un santiamén.
En Belén no hay mucho más que hacer que visitar la Iglesia de la Natividad, pero preferimos quedarnos un par de noches y tener el privilegio de visitar solos, sin multitudes, el lugar donde nació el niño Jesús y el Portal de Belén (qué le vamos a hacer, todavía creemos en los Reyes Magos!).

De vuelta a Jerusalén la mezcla de culturas envuelve cada rincón de la ciudad, el sonido de la llamada al rezo de las mezquitas se mezcla con el de las campanas de las iglesias mientras ves pasar a varios judios con los tirabuzones al viento corriendo hacia la sinagoga o al muro de las lamentaciones.