

Jimbaran, situado en la parte sur de Bali, es junto con Kuta y Nusa Dua donde se encuentran las mejores playas para bañarse. Están bastante cerca unas zonas de otras y te puedes mover fácilmente con una moto, pero también son las zonas mas turísticas, más llenas de gente y menos auténticas, especialmente Kuta.
Jimbaran es una bahía tranquila, con una buena playa en la que entre resort y resort hay una fila de chiringuitos, uno detrás de otro. Al atardecer, cuando familias locales aparecen para bañarse en el mar y los pescadores salen con sus pequeñas barcas, los chiringuitos encienden sus parrillas (se puede ver a lo lejos por el humo que echan) y llenan la zona de mesas en la propia arena de la playa para cenar bajo la luz de las estrellas y con los pies casi metidos en el agua. Cocinan un marisco y pescado fresquísimo a unos precios irrisorios y la verdad es que está muy bueno.


Alguno de los días nos fuimos con la moto a Nusa Dua y a Kuta. Nusa Dua es una zona más tranquila, con hoteles de lujo uno detrás de otro, de esas que para entrar hay que pasar por un control de seguridad. Está un poco apartado, por lo que no hay mucho más que hacer que ir a la playa. La verdad es que si te alojas ahí y no te vas de excursión por otros lados para conocer Bali, no sabrías si has estado en Bali, la Republica Dominicana, Cancún o Varadero.
En cambio Kuta, es otra historia, aunque hemos de confesar que no nos ha gustado mucho. Esta lleno de gente (mayoritariamente Australianos e Ingleses), montones de tiendas de marca y de surf, y un gran centro comercial en plena playa desde el que bajando un par de escalones estás en el mar (horroroso!). Decidimos quedarnos una tarde por aquí para ver el atardecer (uno de nuestros pasatiempos favoritos) desde la playa de Kuta. No fue muy tranquilo precisamente porque aquello parecía la calle Preciados en época navideña. Había filas y filas de bemos (furgonetas locales que hacen de autobuses) aparcados al lado de la playa trayendo a gente que venía a bañarse a última hora o a ver el atardecer. No había muchos huecos libres para sentarse en la arena y los vendedores nos ofrecían los objetos más variopintos (para qué querrá alguien comprar un arco y unas flechas en Bali?). Esto no tenía nada que ver con los solitarios atardeceres que nos gustan, aunque fue divertido estar metidos en el ambiente.


Pero bueno, en cuanto se puso el sol cenamos en uno de los montones de restaurantes que hay por allí y luego nos fuimos a seguir aprovechando nuestros días de relax y lujo en el resort de Jimbaran, donde hemos estado muy bien.