El primer día que llegamos vimos por todos lados como tirados en el suelo una especie de bandejas pequeñas cuadradas hechas de hojas de platanero. Pensábamos que sería de algún tipo de comida ambulante, pero nada más lejos de la realidad. Eran ofrendas. Los balineses son un pueblo muy religioso pero también muy supersticioso y gastan mucho dinero en ofrendas y ceremonias.
Todos los días por la mañana y al atardecer, se puede ver a todo el mundo poniendo esta especie de bandejitas en las puertas de las casas, los cruces de las calles, las puertas de los negocios, en la orilla del mar... Son ofrendas para los dioses y también para los malos espíritus que inevitablemente acabas pisando porque están por todas partes. Cada ofrenda contiene unas flores y algo de comida como un puñado de arroz, una fruta o unas simples galletas. Alguna vez también incluyen una pequeña moneda. Se supone que los dioses o los espíritus toman estas ofrendas rápidamente por lo que no pasa nada si las pisas o si se las comen los perros o los pájaros. Al final del día es difícil esquivarlas. Si hasta nos ponían ofrendas por las mañanas encima de nuestra motillo para protegernos.
También hay ceremonias muy frecuentemente: cada luna llena, cada luna nueva, alguna dedicada a un dios en concreto, etc. No hay que olvidar que los balineses además del calendario occidental, usan dos más que son locales, por lo que cada día hay una festividad. El calendario también indica el día más propicio para sembrar, recolectar, o las cosas más variopintas como construir un barco, comenzar un viaje o cortarse el pelo. Los sacerdotes son a los que hay que acudir para determinar la fecha adecuada para casarse, celebrar un funeral, comprar una casa, etc.
Cuando hay alguna ceremonia que celebrar, esos días la actividad se vuelve frenética. Los templos se decoran con sombrillas de colores y multitud de adornos. Las mujeres a cada momento que tienen libre las ves haciendo casi organizadas en cadena las ofrendas: unas preparan las hojas de plátano, otras montan las cestas, otras ponen las flores, otras las galletas...
Cuando llegas a cualquier pueblo, aunque no sepas donde está el templo, es fácil descubrirlo siguiendo a las personas que van vestidas de manera típica. Las mujeres se ponen unas blusas de encaje anudadas por un pañuelo a la cintura y lleva cestas sobre sus cabezas con frutas, incienso y otras ofrendas. Los hombres van ataviados con una especie de faldas o pareos y un pañuelo en la cabeza a modo de gorro. Para entrar en los templos, además de llevar cubiertas las piernas (y a veces también los brazos), las mujeres deben cumplir una serie de requisitos muy peculiares. Os ponemos una foto para que los veais.
La familia es algo también muy importante en la sociedad balinesa. Los distintos miembros suelen vivir juntos en una especie de complejo familiar (con su templito incluido) para todos ellos. Lo de los nombres es algo igualmente curioso. Da igual que los los hijos sean niños o niñas, al primer hijo se le pone de nombre Wayan, al segundo Made, al tercero Nyoman y al cuarto Ketut. No sabemos cómo se llamará el quinto, lo que sí os podemos decir es que hemos conocido muchisimos Made y Wayanes; todo el mundo parece llamarse igual!
La verdad, es que el pueblo balinés es muy interesante a la vez que hospitalario y amable.
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